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Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.

Lucas 2:51

En este pasaje, Jesús se ha perdido y es posteriormente encontrado en el templo.

Uno de los temores más arraigados en los padres es perder un hijo.

¿Cuántas veces como mamá o papá nos hemos dado cuenta que se nos ha extraviado un hijo?

Y no queremos imaginarnos el extravío físico, pero tenemos que abordar también el extravío espiritual.

Nuestros hijos, no son cualquier hijo, son hijos de Dios, igual que Jesús, y no se nos debe perder ninguno, porque nos han dado lo más preciado de Dios ¡sus hijos!

Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.

Lucas 2:44-45

El cuidado espiritual de nuestros hijos, aunque se apoye en la compañía de la familia y la iglesia, no debe hacer que los perdamos de vista, porque en un descuido puede ser que no les hallemos.

Cuándo un hijo se ha perdido, ¿dónde le buscamos?

José y María regresaron a Jerusalén, al origen, juntos, y de ahí fueron al corazón mismo: al templo de Dios.

Siempre que un hijo nuestro esté perdido en el mundo o en el pecado, papá y mamá debemos apresurarnos a regresar a la presencia de Dios, en nuestra habitación y también en el templo.

Es ahí donde le hallaremos. Ahí es donde nos sorprenderemos y nos asombraremos de reencontrarnos con los perdidos.

Es necesario que nuestros hijos estén en los negocios de Su Padre, aunque no entendamos cómo.

Y entonces, Dios hará que ellos desciendan con nosotros y sean sujetos de la voluntad de Dios.

José es un testigo y María guardaba todo esto en su corazón, pero el Espíritu Santo inspiró a muchos de sus siervos a escribir todas estas cosas para que nosotros las guardemos y recordemos también.

Hoy oremos por todos los padres y madres que guardan las promesas de Dios en su corazón y están buscando a sus hijos perdidos. Que el Señor les permita encontrarlos en la presencia de Dios y asombrarse.

No perdamos a los hijos que Dios nos ha dado, de vista.

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //