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No volveremos a nuestras casas hasta que los hijos de Israel posean cada uno su heredad.

Números 32:18

Durante el tiempo en el desierto, rumbo a la tierra prometida, los hijos de Rubén, Gad y Manasés encontraron una tierra buena y agradable para su ganado antes de cruzar el Jordán.

Entonces solicitaron a Moisés poder poseer esa tierra de una vez y se les permitió siempre y cuando obedecieran a Dios y acompañaran al resto de sus hermanos hasta que ellos también conquistaran las promesas.

En nuestro peregrinar de la vida cristiana, rumbo a las promesas del Padre, algunos de nosotros hemos ido heredando promesas de Dios en el camino, pero tenemos un llamado a conquistar toda la tierra, para toda la familia de la fe.

Tal vez hay hermanos que aún no llegan a conquistar sus promesas, y nosotros, aunque ya tenemos las nuestras, debemos ir con ellos y pelear juntos hasta que las conquisten.

A veces, nos quedamos en la comodidad de lo que el Señor nos ha dado de antemano, y nos olvidamos de seguir ayudando a los demás a salir del desierto y poseer la tierra para ellos también en el nombre de Jesús.

Esto es muy peligroso; mira lo que le dijo Moisés al pueblo:

Si os volviereis de en pos de él, él volverá otra vez a dejaros en el desierto, y destruiréis a todo este pueblo.

Números 32:15

Apartarnos del llamado de Dios a servir a los demás y conquistar la tierra, es apartarnos de Él, y apartados de Él ¡nada podemos hacer!¡es estar expuestos, vulnerables y con seguridad: destruidos!

Las tribus de Rubén, Gad y Manasés dejaron su tierra y también su parentela, y siguieron adelante con sus hermanos, y nos invitan a nosotros a hacer lo mismo, para conquistar juntos.

Mira lo que les dice Josué más delante, luego de múltiples batallas, aprendizaje y victorias:

No habéis dejado a vuestros hermanos en este largo tiempo hasta el día de hoy, sino que os habéis cuidado de guardar los mandamientos de Jehová vuestro Dios.

Josué 22:3

Aquellos que recibieron primero sus promesas, fueron fieles para servir a Dios y a sus hermanos, y recibieron una gran recompensa, Igual que la que Dios nos ha prometido a nosotros si somos fieles.

¡No dejes a tus hermanos solos! ¡Acompáñalos a la batalla! ¡Respáldalos, apóyalos, anímalos, ahí, lado a lado, en la brecha! ¡Que ellos puedan verte ahí peleando con ellos y por ellos, fortalece el espíritu y hace al pueblo como un solo hombre! ¡Como un solo cuerpo de Cristo!

Y cree, los beneficios de ayudar a otros siempre nos alcanzan.

Y les habló diciendo: Volved a vuestras tiendas con grandes riquezas, con mucho ganado, con plata, con oro, y bronce, y muchos vestidos; compartid con vuestros hermanos el botín de vuestros enemigos.

Josué 22:8

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //