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La rebelión ilustra el primer pecado en el mundo. Tanto Satanás como Adán y Eva, desobedecieron a Dios rebelándose contra Él y negándose a seguir sus instrucciones.

Pero hoy no quiero hablarle de esta rebelión, sino de la de aquellos que no se conforman con la condición de pecado.

Quiero contarle sobre un leproso. En la lista de las sesenta y una impurezas de las antiguas leyes judías, la lepra ocupaba el segundo lugar en gravedad después de un cadáver. La lepra era para el pueblo de Dios un ejemplo gráfico del poder destructivo del pecado sobre el espíritu, alma y cuerpo de una persona.

Una persona sospechosa de lepra (enfermedad altamente contagiosa) debía ser examinada por el sacerdote y sometida a un tiempo de aislamiento, al término del cual se dictaminaba si era sano o enfermo.

A un leproso no se le permitía acercarse a otras personas y si no quería vivir completamente aislado, se acercaba a otros grupos de leprosos para vivir en comunidad con ellos, pero hubo uno que no se resignó a vivir en el leprosario y que fue la primer persona en ser sanada por Jesús.

Me pregunto si en el tiempo de confinamiento para diagnóstico del sacerdote que equivalía a 7 días de examinación y otros 7 de confirmación del diagnóstico, usó esos días para reprochar a Dios su condición en lugar de examinar su vida y acercarse a Él con humildad.
El hecho de que él viniera solo a Jesús me hace imaginar si este hombre, luego de ver las condiciones del resto de la comunidad de leprosos, la decadencia, la tristeza y la muerte (y el tiempo que perdió durante el confinamiento del sacerdote), se levantó de ahí y no se resignó a su condición y se propuso buscar a Dios.

Entonces, este hombre rebelde al diagnóstico de muerte y a seguirse consumiendo por su enfermedad, se encontró con Jesús y lo abordó con una actitud diferente.

Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.

Marcos 1:40-42

La lepra es como el pecado, nos contamina a los ojos de Dios y es repugnante para Él, esto no es solamente verdad para los pecados con connotación sexual normalmente considerados como sucios y repulsivos, sino que también incluye cualquier forma de desobediencia y rebelión a Dios o a Jesús. Todo pecado es abominable para Dios, pero a través de Cristo, podemos ser sanados y restaurados.

Muchos hombres y mujeres sentenciados por su pecado han tenido la oportunidad de ser confrontados por Él en lo profundo de su corazón pero se han rebelado contra Dios y ha escogido vivir en comunidad con otros que están igual de perdidos que ellos.

¿Qué motiva a un pecador a quedarse en un leprosario espiritual? Tal vez su problema es de adicción y convive con otros viciosos, o su identidad está corrompida y solo se siente cómodo con otros en tu misma condición, quizá su enfermedad le hace sentirse “bien” cuando se queja con otros igual que usted, pero este leproso no quiso quedarse con los demás a esperar la muerte entre queja, victimización y desesperanza, este hombre prefirió rebelarse contra el mundo para encontrar a Jesús y pedirle un milagro.

¿Está usted dispuesto a salir de su comunidad de leprosos espirituales y andar errante hasta que encuentre a Cristo?

Muchos allá afuera están avergonzados, adoloridos y desahuciados esperando hablar con Él, pero tienen que oír donde se encuentra, ¿somos nosotros de aquellos que les decimos dónde pueden encontrar a Jesús?

Es el tiempo de ser rebelde, pero no como los príncipes de Salmos 2 que querían pelear contra Dios, sino como aquellos que se someten a su Ungido: Jesucristo para ver una revolución en el mundo.

No se conforme con las consecuencias de su pecado, sea rebelde y busque a Cristo, ¡Él puede y quiere sanarlo!

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //