fbpx

Sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos al oeste, y al norte, y al sur, y al este, y mira con tus propios ojos; porque no pasarás el Jordán.

Deuteronomio 3:27

Desde hace unos meses para acá Dios ha estado diciendo que NO a mi vida más frecuentemente de lo que recordaba, y al principio (aunque mi fe estaba firme), debo confesar que con el paso y el peso de las semanas, mi fe se ha trastornado muchas veces.

Entones leí a Esdras salir de Babilonia de regreso a Jerusalén hablando de la bondad de Dios y la manifestación de Su mano poderosa al salirle todo bien y pensé ¿será que Su mano ha dejado de estar sobre mí? Entonces el Señor me respondió que no, que aún en sus negativas, Su mano me sigue cuidando y dirigiendo, Él no ha apartado Su mirada y sigo estando bajo Su gracia, porque Sus planes para mí son buenos, siempre.

Entonces me llevó a ver a Moisés también, y cuánto insistió en lo secreto, en sus tiempos cara a cara con Dios, hasta que el Señor tuvo que decirle: ¡Ya basta! No pasarás el Jordán.

Pude sentir el dolor, la humillación, las dudas, la acusación, pero ninguno de ellos venían de Dios, porque el plan de Dios para Moisés era aún mayor y necesitaba entender que la gracia, y no la ley, es lo que lo iba a hacer habitar en las promesas, pero no de la manera que Moisés creía.

Entonces, así como un momento en la presencia de Dios es como mil años del tiempo real, el Espíritu me llevó al monte Tabor en Galilea y vi a través de la Escritura, junto con Pedro, Santiago y Juan, cosas tan maravillosas que no las podía entender antes pero que ahora comienzan a cobrar sentido.

Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.

Marcos 9:4

Ahí, junto a Jesús, Moisés estaba con Él sobre la Tierra Prometida, pero no era nada más un lugar geográfico, era el Hijo de Dios, ¡era la Promesa cumplida! ¡era el anhelo de Moisés!

«Mi Presencia es tu Tierra Prometida«, me decía el Señor, «y tus planes pueden alejarte de ella, pero Yo no lo permitiré, Yo tendré que decir que NO a muchas cosas naturales que no entiendes ahora, pero que las entenderás después, porque yo quiero que veas mi gloria junto a mi Hijo, que hables cara a cara con Él y que vivan juntos eternamente«.

El plan de Dios para Moisés no era que pisara la Tierra Prometida, era que viviera como familia con Cristo por la eternidad.

«No importa lo que cueste, Su presencia vale mucho más, solo quiero estar contigo…», dice la canción de Monte Santo.

Los No de Dios cuestan mucho, pero lo valen: ¡Su Presencia lo vale!

¿Por qué Dios no me dice que si? ¿Por qué tengo esta enfermedad y no sano? ¿Por qué no puedo ejercer el ministerio que me gusta? ¿Por qué me sentó un tiempo? ¿Por qué no me da el trabajo o el aumento? Pueden ser preguntas que le asaltan como a mí, y la respuesta es: PORQUE ME AMA, y quiere algo mucho mejor para mí.

Su Presencia es nuestra Tierra Prometida.

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //