fbpx

Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.

Isaías 53:5

Muchas veces sufrimos porque en el mundo hemos encontrado aflicción y nos olvidamos que Él venció al mundo.

Muchas otras más sentimos que la vida carece de atractivo, nos sentimos desechados, llenos de dolores y experimentados en quebrantos, menosprecios y baja autoestima.

Y nos cargamos de enfermedades, dolencias y heridas sin recordar que Él fue molido y castigado para que todo esto que estamos sufriendo no fuera nada, para que no fuera nuestro dolor sino Su redención el protagonista de la historia.

Cuando la iglesia miraba de lejos la crucifixión de Jesús era también la muestra de lo lejos que quería poner Dios de nosotros las consecuencias del pecado y cargarlas Él solo.

Seguramente sus seguidores sufrían de lejos, pero no sobre la cruz.

Nuestro sufrimiento actual es una leve tribulación comparada con el peso del pecado sobre el Hijo de Dios en el madero.

¡Mi cruz no es igual a la Suya!

Y no menosprecio su dolor, sino que quiero invitarle a reflexionar en la gran distancia con la que miramos el dolor del Redentor de nuestras almas y a darle gracias por dejarnos sufrir un poco, y de lejos para que no se trate de nuestra historia sino de la del Hijo de Dios la que vale la pena recordar en cada azote de la vida.

Porque esta es nuestra esperanza, que si cada azote produce una herida que se parezca a la Suya, es porque un día vamos a parecer como Él también.

Que cada aflicción de la vida me recuerde Su sacrificio, Su amor sane mis heridas y las transforme en cicatrices que testifiquen de que la Verdad me hizo libre.

Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

2 Corintios 3:18

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo//