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Más de 300 años antes de que Pablo comenzara a evangelizar la provincia de Frigia en lo que hoy es Turquía, un rey hizo un nudo entre una columna y su carreta conocido como el nudo gordiano.

Este nudo era de hiedra y a través de intrincados dobleces y cabos interiores escondidos era imposible de deshacer, por lo que la leyenda popular comenzó a crecer acerca de quién desataría ese nudo y el gran poder universal que tendría quien lograra tal hazaña.
Alejandro Magno, se apoderó de Frigia y al conocer la antigua tradición y ver el nudo, sacó su espada y lo cortó con ella, así el nudo fue desatado.

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Hebreos 4:12

¿Qué es eso tan difícil de resolver para ti que parece un nudo imposible de desatar? Corta el nudo con la palabra de Dios.

Unos monjes orientales presentaron a sus discípulos un terrible problema: un jarrón finísimo de cientos de años atrás que había sido resguardado con mucho celo por las autoridades.

Luego de varias horas de meditar y analizar el asunto, uno de los estudiantes fue por una espada que también era reliquia en el monasterio y con ella, rompió el jarrón en dos partes haciendo que todos se sobresaltaran preguntando ¡¿qué había hecho?! Su respuesta fue: eliminé el problema.

¿Qué es eso tan antiguo, finísimo y muy guardado por generaciones que hoy representa un problema para ti y para los tuyos? Toma la palabra de Dios y elimínalo.

El término «nudo gordiano» ha permanecido en el lenguaje para dar nombre a una dificultad que no se puede resolver, a un obstáculo difícil de salvar. Y «cortar el nudo gordiano» significa resolver tajantemente y sin contemplaciones un problema.

Ya sea como Alejandro Magno con algo difícil, o como los monjes orientales con algo bello y problemático, debemos ser tajantes al usar la palabra de Dios para desatar los nudos y eliminar los problemas que impiden que sigamos conquistando en el camino del Señor.

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //