Más de 300 años antes de que Pablo comenzara a evangelizar la provincia de Frigia en lo que hoy es Turquía, un rey hizo un nudo entre una columna y su carreta conocido como el nudo gordiano.
Este nudo era de hiedra y a través de intrincados dobleces y cabos interiores escondidos era imposible de deshacer, por lo que la leyenda popular comenzó a crecer acerca de quién desataría ese nudo y el gran poder universal que tendría quien lograra tal hazaña.
Alejandro Magno, se apoderó de Frigia y al conocer la antigua tradición y ver el nudo, sacó su espada y lo cortó con ella, así el nudo fue desatado.
¿Qué es eso tan difícil de resolver para ti que parece un nudo imposible de desatar? Corta el nudo con la palabra de Dios.
Unos monjes orientales presentaron a sus discípulos un terrible problema: un jarrón finísimo de cientos de años atrás que había sido resguardado con mucho celo por las autoridades.
Luego de varias horas de meditar y analizar el asunto, uno de los estudiantes fue por una espada que también era reliquia en el monasterio y con ella, rompió el jarrón en dos partes haciendo que todos se sobresaltaran preguntando ¡¿qué había hecho?! Su respuesta fue: eliminé el problema.
¿Qué es eso tan antiguo, finísimo y muy guardado por generaciones que hoy representa un problema para ti y para los tuyos? Toma la palabra de Dios y elimínalo.
El término «nudo gordiano» ha permanecido en el lenguaje para dar nombre a una dificultad que no se puede resolver, a un obstáculo difícil de salvar. Y «cortar el nudo gordiano» significa resolver tajantemente y sin contemplaciones un problema.
Ya sea como Alejandro Magno con algo difícil, o como los monjes orientales con algo bello y problemático, debemos ser tajantes al usar la palabra de Dios para desatar los nudos y eliminar los problemas que impiden que sigamos conquistando en el camino del Señor.
// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //
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