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¿Sabes qué es? Es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad desarrolla una relación de complicidad y afecto con su secuestrador o retenedor.

En nuestra vida espiritual podemos estar experimentando algo similar, ¿por qué lo decimos? Porque podemos ver a muchas personas conviviendo afectivamente con sus adicciones, enfermedades, problemas y patrones de conducta dañinos, pero no creemos que lo hagan de forma voluntaria ni racional.

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10:10

El estrés, la ansiedad y la depresión, los vicios, las enfermedades, los problemas maritales, las familias rotas, y tantas cosas más que nos mantienen prisioneros no son nuestros amigos, ni desean nuestro bien, ni tenemos que convivir amigablemente con ellos “porque al fin y al cabo ya los conocemos”, son ladrones que buscan nuestra perdición.

La Escritura nos muestra distintos ejemplos de hombres, mujeres e incluso pueblos enteros, que toleraron por años el pecado, la esclavitud, la enfermedad, y la opresión.

En una ocasión, un padre de familia, trajo a su muchacho ante Jesús porque tenía un espíritu que lo sacudía con violencia y le ocasionaba estragos físicos.

Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. Marcos 9:21

Este joven padecía desde niño porque la familia se acostumbró a su condición. No debemos acostumbrarnos a tener problemas, sino a ¡buscar soluciones!

Especialistas consideran que el síndrome de Estocolmo no requiere tratamiento ya que desaparece solo con el tiempo, pero nuestras ataduras espirituales no, ¡usted y yo sí necesitamos ayuda para ser libres!

No permitamos que aún la comodidad de “lo conocido” nos haga vivir secuestrados las consecuencias de la maldad, traigamos nuestra necesidad, nuestros familiares y amigos a Jesús y démosles la oportunidad de ser libres de sus opresores.

Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. Juan 8:36

Si estás padeciendo a causa de que hay un pecado en tu vida que te está condenado; si hay una tentación recurrente de la que ya no puedes huir, si reconoces que tienes una inclinación hacia ciertas conductas nocivas (físicas, sexuales o emocionales), no esperes a que desparezca solo, ¡ven a Jesús! ¡Él es tu libertador!

No permitas que tus opresores te roben más tiempo, Jesús ha venido a que tengas vida abundante, comienza a vivir como Él te diga y disfruta el amor y la plenitud en verdadera libertad.

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //