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Según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía en México (INEGI) sobre el del uso del tiempo entre hombres y mujeres, encontró que las mujeres trabajan un promedio de 60 horas por semana vs 50 de los varones, sin contar los cuidados pasivos que incluyen traslados, atención a niños, familiares, cursos o colaboraciones con organizaciones civiles.

Con esto podemos ver que actualmente, las personas están saturadas de actividades y que su tiempo con Dios se puede ver entorpecido o frustrado por la cantidad de actividades cotidianas.

Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi suspiro no te es oculto. Salmos 38:9

Sin embargo, a lo largo de la Escritura vemos hombres y mujeres a quienes Dios escuchó sus suspiros porque estaban inundados de actividades y no podían entablar una conversación formal con Él (pero la anhelaban de corazón) y vino a su encuentro.

Eliseo estaba arando la tierra cuando vino a él el profeta con una palabra de Dios para su vida, la esposa de Manoa estaba en el campo cuando el ángel del Señor se le presentó con la buena noticia del nacimiento de Sansón, Mateo estaba sentado en el banco de los tributos cuando Jesús lo llamó personalmente, la samaritana estaba cargando agua cuando el Mesías le habló cara a cara, y estos son solo unos cuantos.

No deja de sorprenderme la sensibilidad de nuestro Dios para atender nuestros deseos aún en medio de las actividades más cansadas y tediosas, y cómo registra cada uno de nuestros suspiros para atendernos con paciencia y amor.

Aún en medio de la frustración de Pedro por no conseguir la pesca del día, Jesús ya estaba ahí para sobrepasar sus expectativas y hacerlo superar el pecado y la incredulidad que el fracaso le había provocado.

Si usted el día de hoy se siente sobrepasado de actividades o que ha fracasado en ellas, respire lento y profundo y externe a Dios su deseo de hablar con Él, de escuchar Su voz y de sentir Su presencia. ¡Dios no le ha abandonado!

Ponga delante de Dios sus deseos y deje que escuche sus suspiros.

Aprenda como Enoc, a caminar con Él e incorporarlo a todas sus actividades, a hacer de Dios su supervisor, su compañero, su ayudador, su consejero y no se sentirá solo jamás porque estará siempre con Él.

Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios. Génesis 5:24

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //