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Unas noches atrás leíamos en familia sobre Elías y la sequía, y uno de nuestros hijos preguntó ¿por qué Dios no eliminó a Acab y a Jezabel en lugar de permitir la calamidad?

Y como padres le respondimos que por amor.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Juan 3:16

No es que Dios ame la maldad, sino que Él ama la humanidad y está esperando que tengan la oportunidad de dejar sus malos caminos y volver a Él antes de que el juicio llegue y cada uno pague por lo que hizo, por eso envió a Jesucristo, su Hijo, para darnos la oportunidad de salvarnos.

Y le recordamos cuántas veces podríamos haberlo castigado y desechado sin necesidad de corregirlo, pero ¡lo amamos tanto que no queremos que se destruya! ¡Su vida nos ha costado un alto precio que no estamos dispuestos a desperdiciarlo! Así que intentamos de muchas maneras que él corrija su forma de vivir.

En la sequía, Dios le estaba dando la oportunidad a Acab, a Jezabel y a todo el pueblo de Israel (que ya llevaba más de 5 reyes anteriores llevándolos al despeñadero) de reconocer sus pecados, pedir perdón a Dios y restaurar la relación con Él, siguiendo Sus instrucciones y dejando las abominaciones.

Tal vez usted recuerde las calamidades que ha sufrido, pero mientras siga vivo, puede decir que es una oportunidad que Dios le da para acercarse más a Él y conocer Su carácter de una manera diferente.

¿Cuántos de nosotros necesitamos ser heridos para reconocer nuestra vulnerabilidad y necesidad de Dios? ¿A cuántos nos fue necesaria una “sequía” para doblar las rodillas en señal de rendición?

La sequía de tu vida no es una señal del desprecio de Dios, sino una oportunidad de mostrarte Su amor, si se lo pides con humildad y estás dispuesto a hacer cambios en tu manera de vivir.

El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.

2 Pedro 3:9

Las sequías de nuestra vida también son las ocasiones para levantar a los Elías de nuestra generación que sienten un vivo celo por Dios y que con sus acciones sembrarán la semilla de compañías de profetas que están escondidos pero que poblarán y se esparcirán por el reino.

Esta sequía es una ocasión para poner hambre y sed de Dios en el corazón de una nación y la ocasión de clamar unidos para que se abran los cielos y no solo se derrame lluvia, sino también una nueva unción sobre esta generación.

¡Dios nos ama de tal manera! ¿Cómo responderemos a Su amor?

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //