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Después sirvió para que comieran los hombres; pero sucedió que comiendo ellos de aquel guisado, gritaron diciendo: ¡Varón de Dios, hay muerte en esa olla! Y no lo pudieron comer. Él entonces dijo: Traed harina. Y la esparció en la olla, y dijo: Da de comer a la gente. Y no hubo más mal en la olla. 2 Reyes 4:40-41

En el reino del Norte, el de Israel, predominaron compañías de profetas. En un tiempo en que las ovejas andaban sin pastor, Dios se proveyó de congregaciones de siervos entrenados para llevar la Palabra de Dios a un pueblo desorientado y cuyos gobernantes no tomaban la autoridad para servir.

A causa de las malas decisiones, el pueblo pasó hambre en muchas ocasiones, entonces Eliseo visitó una de estas compañías y les indicó que prepararan una comida para que no desfallecieran con ingredientes silvestres, sin darse cuenta los encargados que una de las bayas eran venenosas.

Cuando los experimentados probaron la comida, descubrieron que había muerte en la olla, pero en lugar de que intentaran sacar los ingredientes malos, Eliseo ordenó poner harina en ella para purificarla y entonces pudieron comerla con libertad y sin sufrir daño alguno.

Los tiempos en los que usted y yo vivimos, vamos a encontrar muerte en muchas ollas a través de las redes sociales, los medios de comunicación, las conversaciones y las reuniones.

Parecerán cosas buenas “porque no hay más” pero estarán contaminadas y no habrá tiempo de ponernos a “espulgar” la comida, y lo que deberemos hacer será poner sobre ella la buena palabra de Dios, producto de la buena semilla, ya hecha harina refinada.

Será la Palabra de Dios la que va a quitar el veneno y la maldad y alimentar adecuadamente a las personas.

En muchas ocasiones nos ha tocado ver en familia series o contenido donde podemos distinguir el veneno y entonces enseñamos a nuestros hijos a diferenciar el sabor y comenzamos a poner sobre él la Escritura, a hablarles lo que Dios dice y a hacer de algo contaminado, una enseñanza de vida, para que cuando estén en el mundo sepan que no son del mundo y que ellos también deben ayudar a salvar de la muerte a los que la ingieren sin saber.

Es nuestra responsabilidad enseñar a los jóvenes e inexpertos la Verdad para que aprendan a distinguir claramente las mentiras, y no mueran por sus engaños.

Nuestra primera opción siempre será evitar la comida que sabemos que está contaminada, pero si no podemos huir de ella, usémosla como ocasión para traer salvación a los que viven en tinieblas.

Acostumbre leer la Biblia diariamente, para que pueda sazonar cada comida contaminada con el conocimiento de Cristo para que no haya muerte, sino vida eterna.

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //