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Esta semana leímos en familia cuando David extendió sus dominios.

Y vemos a David luchando contra los sirios, los moabitas, los amonitas, los filisteos, los amalecitas, edomitas y los de Hadad-azer. Sólo los de Hamat, viendo todos los enemigos derrotados, se acercaron a David y le saludaron pacíficamente, le bendijeron y le trajeron regalos.

Los cuales el rey David dedicó a Jehová, con la plata y el oro que había dedicado de todas las naciones que había sometido.

2 Samuel 8:11

Le preguntábamos a los hijos, ¿qué les llamó la atención? Y les recordamos la lectura del capítulo anterior, donde David había externado el deseo de su corazón de construirle una casa a Dios, y a Dios le plació que así lo hiciera.

-Y es que es tan importante llevar una lectura ordenada de la Escritura porque eso nos dará un contexto que abrirá nuestros ojos a un panorama completo. Por favor siga un plan de lectura diligentemente-.

David no se preguntó cuánto costaría, ni de dónde sacaría el dinero, no pensó en trabajar extra o en sobrecargar al pueblo para conseguirlo (porque Dios es el dueño de todo el oro y la plata), pero se siguió ejercitando en su posición de rey y de jefe del ejército de Dios en la tierra.

Y entonces David sale con el ejército a conquistar sobre los enemigos, y de esos enemigos adquiere todo lo que necesitaba para construir el templo: escudos de oro, gran cantidad de bronce, utensilios de plata, etcétera: Dios se los había entregado para Su gloria.

Muchas veces nosotros proponemos en nuestro corazón hacer una gran obra de Dios, y todo lo que necesitamos para conseguirla es conquistar el territorio que Dios nos asignó.

La Biblia es muy explícita en los detalles, y no explica de un David cansado, ni herido, no está desanimado o preocupado, está peleando y venciendo, porque David sabe que no esta solo y sus enemigos no pelean contra él, sino contra los escuadrones del Dios viviente, contra Jehová de los Ejércitos que lo protege y lo defiende.

David no se quedó a hacer cuentas en su casa sobre cómo hacer la obra de Dios, Él se plantó en la batalla a conquistar el territorio, y si usted quiere ver los recursos llegar para la obra de Dios, va a tener que salir de su palacio, plantar cara y poner su fe en práctica, no solo, sino bien acompañado.

El capítulo 8 de 2 de Samuel termina nombrando a los oficiales de David, porque no fue el pueblo, sino hombres que tomaron una decisión de enlistarse y salir a la guerra los que le ayudaron a vencer.

¿Quiénes los que se alistaron con usted para salir a conquistar el territorio? No pelee solo, rodéese de personas dispuestas no nada más a derrotar enemigos (porque esto no es una pelea contra la gente), sino a conquistar y acercar el Reino a su tierra.

Tome su libro, ese donde usted registra la obra de Dios en su vida y anote sus nombres, para que le recuerde a Dios y al pueblo, quienes son sus oficiales, y que esta obra no se hace solo, la hacemos todos como cuerpo de Cristo.

Es tiempo de levantarle casa a Dios, y lo haremos conquistando el territorio y dedicándolo todo en el nombre de Jesús. ¿Está listo para extender Sus dominios?

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo//