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En las llanuras de Moab, el pueblo dejó de pisar arena y se sentó a escuchar la palabra de Dios sobre tierra fértil, antes de cruzar el Jordán para conquistar las promesas de Dios.

Nuestros desiertos pueden hacernos sentir insignificantes, pero desde las murallas de Jericó se oyó un sonido de muchas aguas deteniéndose y luego volviendo a correr con ímpetu después de que una familia del tamaño de una nación se acercaba a ellos.

Y entonces sus corazones se derritieron por dentro, porque reconocieron a aquellos que sin ejército salieron de Egipto, derrotaron a reyes y en lugar de perecer siguieron multiplicándose bajo la nube de la presencia de Dios esos 40 años, y ahora se acercaban a su ciudad a conquistarla.

En el desierto podemos estar tan aislados de los demás que no nos damos cuenta que los enemigos están atentos a cada uno de nuestros movimientos no porque seamos buenos, sino porque el Dios que nos ama nos defiende y pelea por nosotros, y desfallecen por nuestra causa.

El Dios que adoramos nos ha hecho famosos y temidos; tal vez tu desierto te hizo sentir como víctima, pero para el mundo, eres la presión que hará temblar a muchos.

Hemos tenido bajas considerables, pero hemos visto con nuestros propios ojos que no es con ejército ni con fuerza, sino con el Santo Espíritu de Dios que todo es posible.

Una mujer inteligente que no tenía nada que perder y todo para ganar se atrevió a pedir, ¿pero qué le puedes ofrecer al pueblo que tiene un Dios que todo provee?

Os ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho misericordia con vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis una señal segura; y que salvaréis la vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es suyo; y que libraréis nuestras vidas de la muerte.

Josué 2:12-13

Cuando salgas del desierto tendrás la oportunidad de conquistar, pero también de dar a conocer la misericordia de Dios.

Algunos mostrarán y se atreverán a dar un paso de fe y pedir misericordia no solo para ellos, sino también para sus familias, porque habrán oído y querrán la oportunidad de ser parte del pueblo de Dios.

Prepárate para conquistar la tierra de los corazones en el nombre de Jesús.

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //