Inicia diciembre y con él los planes para reuniones, comidas, listas del supermercado e invitados.
Las mamás se organizan con los ingredientes y platillos y el resto de la familia se deleita con ellos y a veces, hasta quedamos saturados de tantas espectaculares cenas.
Estos días se ha estado llevando a cabo el Congreso Mundial de Misiones No. 35 de nuestra iglesia, y uno de los conferencistas invitados, Marcos Shultz preguntaba a la audiencia que ¿cómo era posible que casi dos mil años después de Cristo, todavía no termináramos de recoger la cosecha que Jesús dijo que ya estaba lista?
A través de la Escritura él recibió la respuesta: mientras los discípulos se preocupaban por conseguir comida, el alimento que motivaba a Jesús era muy diferente.
Shultz llegó a esta conclusión: Nos hace falta la clase de hambre que sólo puede ser satisfecha haciendo la voluntad de Aquel que nos ha enviado a todos terminar la obra.
La obra misionera no es el llamado a unos cuántos, sino a todos los discípulos.
¿Hemos estado -como los discípulos- más ocupados por el pan que por la palabra?
Termina un año más, pero uno nuevo está por comenzar; los campos siguen listos para la siega, y tú ¿qué vas a comer? ¿de qué tienes hambre?
// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //
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