fbpx

Inicia diciembre y con él los planes para reuniones, comidas, listas del supermercado e invitados.

Las mamás se organizan con los ingredientes y platillos y el resto de la familia se deleita con ellos y a veces, hasta quedamos saturados de tantas espectaculares cenas.

Estos días se ha estado llevando a cabo el Congreso Mundial de Misiones No. 35 de nuestra iglesia, y uno de los conferencistas invitados, Marcos Shultz preguntaba a la audiencia que ¿cómo era posible que casi dos mil años después de Cristo, todavía no termináramos de recoger la cosecha que Jesús dijo que ya estaba lista?

A través de la Escritura él recibió la respuesta: mientras los discípulos se preocupaban por conseguir comida, el alimento que motivaba a Jesús era muy diferente.

Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.

Juan 4:34

Shultz llegó a esta conclusión: Nos hace falta la clase de hambre que sólo puede ser satisfecha haciendo la voluntad de Aquel que nos ha enviado a todos terminar la obra.

La obra misionera no es el llamado a unos cuántos, sino a todos los discípulos.

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Mateo 28:19-20

¿Hemos estado -como los discípulos- más ocupados por el pan que por la palabra?

Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Mateo 4:4

Termina un año más, pero uno nuevo está por comenzar; los campos siguen listos para la siega, y tú ¿qué vas a comer? ¿de qué tienes hambre?

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Mateo 5:6

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //