fbpx

Yo con todas mis fuerzas he preparado para la casa de mi Dios, oro para las cosas de oro, plata para las cosas de plata, bronce para las de bronce, hierro para las de hierro, y madera para las de madera; y piedras de ónice, piedras preciosas, piedras negras, piedras de diversos colores, y toda clase de piedras preciosas, y piedras de mármol en abundancia. 1 Crónicas 29:2

El rey David comienza a describir todas las cosas valiosas que ha preparado para el templo de Dios y pareciera repetitivo a la hora de describir los materiales, pero queremos señalar una algo igualmente valioso.

¿Te ha pasado que al intentar construir una casa, has sido tentado de comprar otros materiales más económicos para sustituir algunos que son caros?

¿Qué pasaría si compráramos materiales “piratas” para construir tu propio hogar? Pondríamos en riesgo no solo nuestra inversión y sino también a nuestra familia.

La piratería de productos es una imitación ilegal, copia o falsificación de bienes originales, y esta historia de David nos motiva a prepararnos con todas nuestras fuerzas para adquirir siempre materiales de calidad para construir nuestro hogar y habitar confiadamente.

Del mismo modo, nuestro cuerpo es el templo donde Dios habita, y requiere “materiales” valiosos para ser edificado, no imitaciones ni sustitutos.

Amar para las cosas que requieren amor, perdonar para las situaciones que requieren perdón, hacer misericordia para lo que necesita misericordia, decir la Verdad para que la Verdad sea manifiesta, etcétera.

¿Sí que son costosos verdad? Pero tienen un valor excepcional para que Dios habite en medio nuestro.

Tal vez hoy reconozcas que te falta fuerza para hacerlo como David y tener estos materiales en abundancia, pero hoy puedes sincerarte con el Señor para poder preparar todo lo necesario para edificar el templo de Dios en cada uno de nosotros.

Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. Mateo 7:8

Oremos juntos reconociendo que tal vez no estamos preparados, o aún no tenemos lo suficiente para edificar Su templo con todo lo necesario, pero queremos hacerlo; pidámosle perdón si hemos sustituido Su voluntad con la nuestra, si le hemos dado sustitutos o imitaciones, y propongamos en nuestro corazón, así como David, poder decir un día que con todas nuestras fuerzas hemos preparado para la casa de nuestro Dios lo más preciado, valioso, precioso, único y original, porque le amamos y queremos que habite en todo lo mejor que podamos darle.

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //