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¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas. Salmos 2:1-3

Aún recuerdo la fugaz sensación de libertad que experimenté cuando decidí vivir en mi propio departamento y dejar la casa de mis padres.

Así como aquel que quería ser poderoso como el genio mágico terminó siendo un esclavo dentro de una lamparita, mi sensación de libertad comenzó a desaparecer mientras las ataduras de las responsabilidades (y los miedos y las carencias) cayeron sobre mí.

Podemos ver cómo en la actualidad cada vez más personas intentan desligarse de su identidad (hombre, mujer, hija e hijo), de sus compromisos (matrimonio, paternidad, maternidad, hermandad, familia) de sus responsabilidades (empleo, servicio, ministerio) e incluso de Dios y sus mandamientos, creyendo que al hacerlo serán libres.

Pero así como un pez no es libre cuando deja el agua y un árbol no es libre cuando deja la tierra, nosotros no somos libres cuando nos alejamos de Dios y lo que Él nos pide, inevitablemente, como el pez y el árbol, moriríamos.

Apartarnos de Dios creyendo que eso nos hará libres es una gran mentira que conduce a la muerte, porque siempre terminamos sirviendo a alguien más, al sistema o a nuestros propios deseos egoístas, y nos volvemos sus esclavos.

El pródigo salió de la casa familiar queriendo quitar sus ligaduras de siervo, hermano e hijo, para darse cuenta en medio del lodo que la verdadera libertad siempre había estado a la diestra de su Padre.

Así como el pródigo, yo también aprendí que la libertad real se experimenta cuando vuelves a casa.

Es necesario dejar de amotinarnos y de pensar cosas vanas, para reunirnos y hablar palabras de vida eterna, para crear una revolución pero del entendimiento, para que podamos entender que solamente si el Hijo nos libertare, seremos verdaderamente libres. (Juan 8:36)

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //