Leer el libro de Levítico puede parecer un laberinto difícil de descifrar, pero al mismo tiempo es una experiencia retadora.
Mientras leo las leyes, procedimientos, ofrendas y sacrificios pareciera que hay recovecos y salidas difíciles de recordar que me hacen preguntarme ¿por qué Dios diseñó algo tan complicado? No parece muy divertido, al contrario, ¡es tan abrumador!
Pero si pongo atención en lo estricto y meticuloso me doy cuenta que no es obra de alguien que quiera ponerme las cosas difíciles, sino que está cuidando cada detalle y dejando pistas y señales para que pueda llegar a la meta, a salvo. Si lo medito un poco más, detrás de ese complejo diseño veo una obra de puro amor.
El “laberinto” de Levítico no es obra de una mala planeación de Dios, sino de una mala administración nuestra. En realidad, Dios lo hizo todo simple y hermoso en gran manera, desde el principio:
Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. Génesis 2:16-17
Sólo había una sola instrucción: puedes hacer todo, menos una cosa; y entonces escuchamos la voz que sembró la duda en nuestra mente ¿y si Dios quiere limitarme? ¿y si puedo ser como Él y decidir hacer lo que yo quiera? y nosotros (no Dios), lo complicamos todo.
La próxima vez que alguien distinto a Dios nos ofrezca algo, pongamos atención no a lo que nos ofrece, sino a lo que nos quiere quitar. Fuera de Dios, nada ni nadie puede ofrecernos algo bueno, por más atractivo que parezca.
Las instrucciones que Dios nos ha dado siempre han sido sencillas, pero somos nosotros los que nos complicamos. Es por ello que para salir del “laberinto” debes conocer a Aquel que lo diseñó y trazó el camino.
Sé como los sirvientes en las bodas de Caná y haz todo lo que Él te diga, y verás cómo lo complicado vuelve a ser simple de nuevo, vuelve al principio a donde la obediencia a Dios, y no el conocimiento, nos ofrecen salvación y vida eterna.
// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //
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