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Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.

Mateo 9:14-17

Jesús nos prometió que en el mundo encontraríamos aflicción, pero que podíamos confiar en que Él ha vencido al mundo; sin embargo, entre este proceso de aflicción y confianza es necesario que suceda en nosotros una transformación.

Va a haber días en que el gozo nos será quitado y necesitaremos ayunar. ¿Para qué? Para que Dios haga algo nuevo en nosotros.

Así como Él no puede llenar un espacio que ya está ocupado, precisa de nosotros que tomemos la decisión de ser vaciados para poner la alegría del vino nuevo en nuestras vidas y despojarnos de las viejas vestiduras para revestirnos de una persona diferente.

¿Cómo puedo ser vaciado para que Dios me llene?

  1. A través del ayuno, como lo menciona el pasaje inicial. Dios puede transformar un odre viejo en uno completamente nuevo, por medio de esta poderosa herramienta espiritual. Cuando vaciamos nuestros deseos carnales, Dios nos llena de los suyos y nos hace fácilmente moldeables.
  2. A través de la oración. ¿Recuerdas a Ana, la esposa de Elcana? Cuando ella derramó su corazón lleno de tribulaciones, angustia y congoja en oración, el Señor quitó su tristeza y la llenó de plenitud. Cuando vaciamos nuestras preocupaciones, Dios nos llena de Su paz.
  3. A través de la comunión con Dios. ¿Recuerdas a Moisés en su primer encuentro con Dios? Había tanto de Moisés aún en sí mismo que fue completamente expuesto delante de la presencia del gran Yo Soy y al pasar tanto tiempo con Él a lo largo de su vida, llegó un momento que sus problemas del habla, inseguridades y orgullo desaparecieron y su rostro hasta resplandecía. Cuando tenemos un tiempo de comunión con Dios y nos exponemos tal cual somos, Él nos llena de Su luz y Su poder, y nos transforma de tal manera que todos lo pueden ver.
  4. A través de la confrontación, el arrepentimiento y la confesión de nuestros pecados. ¿Recuerdas a David, aquel hombre conforme al corazón de Dios que tuvo que ser confrontado por su pecado con la esposa de Urías? A veces estamos tan apartados del corazón de Dios que no nos damos cuenta que nos hemos llenado de pecado y maldad, pero al ser confrontados, al sentir un arrepentimiento genuino y confesar nuestro pecado, Dios nos acepta de nuevo y nos concede la vida. Cuando confesamos nuestro pecado genuinamente, Dios nos da una nueva oportunidad y Dios nos llena de vida, a pesar de las consecuencias.
  5. A través de la obediencia. ¿Recuerdas a Saulo de Tarso? Él amaba a Dios y su ley, pero todo su conocimiento no le permitió entenderlo hasta que conoció a Jesús y le obedeció. Entonces se convirtió en Pablo, el apóstol y se dedicó a servirlo. Cuando nos vaciamos de nuestro conocimiento e intenciones personales y tomamos la decisión de obedecer a Cristo dejando todo atrás, Dios nos da una nueva visión y dirección.
  6. A través de la profecía. ¿Recuerdas a Saúl? El profeta Samuel le anunció que sería mudado en otro hombre y comenzaría a profetizar. La profecía no es adivinación del futuro, sino anuncio de la palabra y consolación, es recordar y hablar a Jesucristo (el espíritu de la profecía). Cuando nos vaciamos de nuestras palabras y comenzamos a hablar la palabra de Dios, Él nos llena de Jesucristo y nos transforma.

¿Qué puedo hacer si me siento vacío?

Pues entonces estás en el punto perfecto para que Dios comience a obrar en ti. Haz esta oración con nosotros y acércate a tu iglesia local más cercana.

Padre, hoy siento un vacío en mi vida que he intentado llenar de muchas maneras y que creo que sólo tu hijo Jesucristo puede llenar en mí. Hoy confieso que te necesito, que te he fallado y que ya no quiero ser igual, ¡por favor sálvame! Ven y toma el control de mi vida, siéntate en el trono de mi corazón, yo me rindo a ti creyendo en lo que el Espíritu Santo hará en mí. Gracias por oírme y por salvarme, y por no haberme dejado nunca solo. Amén.

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //