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¿Has visto esos viniles de moda que se pegan en las paredes y anuncian las reglas de la casa?

Algunos establecen la forma de saludarse, sonreír o perdonarse unos a otros y son un recordatorio de la forma en que la familia debe vivir.

Cada familia tiene una historia, y si miras las reglas a las que se apega, puedes conocer un poco más sobre ella, sus luchas, prioridades, esfuerzos y visión a futuro.

Como hijos de Dios, Él nos ha dado una serie de reglas que son de bendición para vivir ordenada, quieta y reposadamente. Esto no quiere decir que estará exenta de problemas, sino que éstos serán más llevaderos de la mano de Dios, y de sus consejos.

Si yo pudiera poner un vinil en la pared de mi casa, me gustaría que incluyera el consejo ejemplar que el Espíritu llevó a Pablo a compartir con la iglesia de Éfeso para someterse unos a otros en el temor de Dios:

EN ESTA CASA
• Todos: Nos sometemos unos a otros por amor a Jesús (Efesios 5:21)
• Mamá: respeta a papá porque Dios lo hizo responsable de la familia. (Efesios 5:22-24)
• Papá: ama a mamá porque ella refleja la gloria de Dios en él mismo. (Efesios 5:25-33)
• Hijo: obedece a papá y mamá igual que lo hizo Jesucristo con el Padre. (Efesios 6:1-3)
• Papa y mamá: son pacientes con los hijos, como Dios es paciente con nosotros. (Efesios 6:4)
• Siervo: es obediente y sencillo, como Cristo se hizo siervo por ti y por mí. (Efesios 6:5-8)
• Amo: es manso y humilde con todos, porque Dios no hace acepción de personas. (Efesios 6:9)

Estas reglas revelan un hermoso misterio: que la forma en que Cristo y la iglesia son uno deben ser reflejados en cada familia, primero entre el esposo y su esposa, luego con sus hijos, y después en sus relaciones con los demás.

Todo lo que el creyente hace con su cónyuge, hijos y prójimo está íntimamente relacionado con la forma en que Cristo y a iglesia conviven: sujetándose, respetándose, amándose, obedeciéndose, sirviéndose con humildad y mansedumbre, buscado siempre presentarse de forma gloriosa, santa y sin mancha, como a uno mismo.

Tal vez la forma de actuar de las familias aún no se asemeja al estándar que Dios ha puesto para nosotros, pero debemos aspirar a alcanzarlo, para que muchos le conozcan a Él a través de nuestras acciones.

En un mundo desordenado y vacío, la familia debe pedir a Dios que diga la palabra y que sea la luz, primero en nuestra casa y después en el mundo.

Que esta enseñanza nos invite no sólo a decorar nuestro hogar con la Palabra de Dios, sino que se grabe en nuestro corazón para reflejar el misterio de Cristo y la iglesia, a través de nuestra familia, sometiéndonos unos a otros.

// Castillo del Rey Santiago: Haciendo de cada creyente un discípulo //